PASEAS por una avenida del centro de la ciudad y oyes, sin poder evitarlo, la conversación de dos venerables -al menos en apariencia- ancianitas que acaban de cruzarse con una guapa moza ataviada con un velo islámico. Y una de las biempensantes señoras le dice a la otra: "¡No sé adónde vamos a llegar!, ¡qué te parece, la mora, con esa cosa a la cabeza!
La otra dama asiente, al poco de cruzarse con un hombre vestido todo de negro (salvo una tira blanca en el cuello) al que hacen una reverencia antes de pasar por delante de la puerta de un conocido colegio, cuyo solar ocuparán próximamente unos grandes almacenes, en el que quizás ellas mismas estudiaron, y cuyas propietarias, hasta ayer mismo, llevaban unas especies de cofias de no te menees. En efecto: ¡No sé adónde vamos a llegar!!