En tiempos de Franco algunos utilizaban un modesto recurso para mostrar sus disconformidad con aquel régimen criminal: en las cartas, ponían el sello del dictador cabeza abajo. Probablemente las cartas no llegaban nunca a su destino, pero, por lo visto, la Brigada político social (sección de la policía dedicada a perseguir los delitos políticos) averiguaba quiénes cometían semejante injuria el Jefe del Estado y añadían sus fichas a las de los miles y miles de españoles que abarrotaban sus archivos.
Ahora veo el escándalo prefabricado que algunos periódicos y televisiones están montando a cuenta de la retirada de unas dependencias municipales en el País Vasco de un retrato del rey. ¡Horror de los horrores, amigos de los terroristas, enemigos de la libertad, también Hitler ganó unas elecciones...!
Preocupado como estoy por mis amigos, a los que solo deseo bienestar y prosperidad, acompaño esta nota de una ilustración para que todo ellos sepan de qué forma han de colocarse los sellos –en el supuesto de que aún escriban sus cartas a la antigua usanza– para que nadie se apreste a ilegalizarlos.
sábado, 25 de junio de 2011
El retrato del rey
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