LA FOTOGRAFÍA está tomada el día 8 de abril de 2008 durante la ceremonia de concesión de una medalla de honor póstuma a un soldado norteamericano muerto en Irak. En ella son más que evidentes las lágrimas de George Bush, el responsable de la muerte de cientos de miles de personas tras la invasión de un país al que, dijo, iba a llevar la democracia y la paz. Todo el mundo sabe lo que, en realidad, ha llevado: muerte, dolor, desolación.
Nadie puede meterse en la conciencia ajena. No seré yo, pues, quien lo haga en la del un hombre que parece sufrir mucho con el dolor propio pero al que parece resbalarle el ajeno. Sólo puedo desear que de bienhechores de la humanidad como él nos libre Dios –¡lástima que no exista!–, pues de los malhechores ya nos salvaremos nosotros mismos.
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